lunes, 27 de septiembre de 2010

Los vacíos del alma

¿Que por qué escribo estas líneas? ¡Menuda pregunta!

Porque soy tan pequeño que muchas noches la tristeza me aplasta y siento mis estrellas lejanas, mientras el frío se desliza por mis venas como un bobsleigh por el hielo: cortante, y sin freno. Escribir me agranda y reconforta.

Porque no siempre creo en mí, ni me siento capaz de resistir el poderoso embate de las olas; y, arrastrado por tan aleatorias corrientes, dudo. Espanto mis caídas escribiendo. Y me levanto.

Porque hay días en que el corazón me duele como si una puñalada silenciosa lo hubiese atravesado de lado a lado, sin dejar huella alguna: el otoño es su dueño y las campanas tocan a muerto. Cuando escribo, florezco. Y de nuevo creo.

Porque en ocasiones, sin motivo alguno, lloro, y recojo mis lágrimas a manos llenas, hasta que mi interior queda vacío y seco. Este mundo, que no entiendo, se me escurre entre los dedos.

No tengo una repuesta clara; pero, ¿de qué otra manera puedo compartir todos los vacíos de mi alma mejor que escribiendo?

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